Pastora y Leona - las caballerias superadas por los tractores

Por Miguel Gracia Fandos

CAPITULO II

LA AGRICULTURA ANTERIOR A LA MECANIZACIÓN


      Hasta aquí he escrito algo de las caballerías que puede saberlo cualquiera que, aunque no las haya visto trabajar, se informe bien en libros o a través de personas que trabajaron con ellas. Pero decir que la mecanización fue simplemente sustituir la fuerza muscular de las caballerías por la de incansables tractores sería cuando menos simplificar el fenómeno. Para mejor entender lo que la mecanización de la agricultura supuso, bueno será conocer cómo era la agricultura anterior a la mecanización.
      Samper de Calanda, como todos los pueblos de la comarca, ha tenido dos tipos de agricultura muy diferentes: La  huerta, donde se podía llevar el agua de riego con alguna regularidad; y el secano, donde no se podía contar con más agua que la escasa e incierta lluvia. La agricultura más importante ha sido con diferencia la huerta, no hay más que ver que todos los pueblos de la comarca están cerca de las zonas regables. Pero lo cierto es que a efectos sociales las dos agriculturas, de secano y regadío, estaban muy mezcladas y era normal que todos labradores tuvieran intereses tanto en la huerta como en el secano.

     AGRICULTURA DE REGADÍO.
      “GUERRA TENGAMOS, PERO NO LA CONOZCAMOS”
   
      Samper de Calanda tiene una superficie considerable de huerta, aunque en buena parte de la misma el riego resultase incierto. En la administración de los regadíos como los conocemos hoy, es muy frecuente el uso de palabras como alfarda, azud o ador, que nos hablan de un desarrollo morisco del sistema de regadíos que ha llegado hasta hoy. En la huerta, se daban cultivos muy variados: patatas y toda clase de hortalizas que permitía el clima, habas, alfalfa, panizo, etc. No había plantaciones de árboles frutales propiamente dichas (si acaso de olivos que también agradecían algún riego). Pero en los ribazos había una gran variedad de frutales que además de dar fruta, marcaban las lindes, sujetaban el terreno, y producían leña que entonces tenía mucho valor.
      Era una agricultura de subsistencia en la que los desplazamientos eran lentos y costosos. La mayor parte de la población tenía que vivir muy cerca, o en los mismos parajes donde se podían obtener alimentos. Así, en la huerta, sobre todo en fincas cercanas al río que tenían el riego más fácil, se construyeron Torres en las que vivían los propietarios o los que trabajaban la tierra, sin perder tiempo en desplazamientos, listos para aprovechar el agua de riego en el momento que se presentase, y con las cosechas inmejorablemente vigiladas.
      El siglo XX no pudo empezar con mejor pie para estas tierras. Los ferrocarriles se hacían realidad. Enn la agricultura de regadío se constituyeron las Comunidades de Regantes y los Sindicatos de Riegos que pusieron orden al aprovechamiento del agua. El pantano viejo, quimera de muchas generaciones, se había hecho realidad promovido por una burguesía ilustrada hijarana. Cierto que Samper no participó en la construcción del pantano viejo, pero se benefició por las agotaduras14 de los que regaban aguas arriba.
      Otro factor histórico que nada tiene que ver con las condiciones naturales de la comarca, pero que resultó importantísimo para entender la evolución de la agricultura a comienzos del siglo XX, fue la pérdida de las Colonias en 1898. Obligó a buscar alternativas a la caña de azúcar cubana, lo que supuso la implantación del cultivo de la remolacha y la creación de la industria azucarera que tantos beneficios supuso para la agricultura en general y para esta comarca en particular. Resulta paradójico que mientras los intelectuales de la generación del 98, que tenían las 1500 ó 2000 pesetas de la época que costaba redimir a un hijo del servicio militar, derramaban su pesimismo sobre la situación de España; en los pueblos se evitaba la sangría de las Quintas, que suponía el mantenimiento de las colonias y, entre otras cosas con el cultivo de la remolacha, se ponían las bases de una mejora económica.
      La azucarera de La Puebla de Híjar se fundó en 191215. El cultivo de la remolacha  requería labores profundas y bien hechas, así como el transporte de cargas nunca vistas hasta entonces. Su rentabilidad permitió la implantación de novedades como los arados de vertedera que además de remover la tierra, como hacía el aladro,16 la volteaban.

Torre Cagapilas, en Samper de Calanda. Archivo fotográfico del CEBM


Los abonos minerales, la utilización de carros en la agricultura con la consiguiente mejora de los caminos de la huerta. Los carros ya se utilizaron con fines militares hace milenios, pero lo cierto es que a la agricultura de esta comarca no llegó hasta comienzos del siglo XX, y en zonas montañosas próximas no se llegó a utilizar el carro. Allí se pasó directamente de cargar sobre las caballerías al tractor. No debió resultar fácil en aquellos tiempos hacerse con un carro, entre las intrahistorias de mi familia ha trascendido que quién sería mi bisabuela dijo a comienzos del siglo XX: “Un año estaría sin comer pan para poder comprar un carro”. Los que no hemos visto el hambre de cerca difícilmente podremos entender lo que esta afirmación implicaba. Más adelante hablaremos de lo que suponía el pan.
      Las buenas expectativas para los cultivadores de remolacha se convirtieron en óptimas por la que hoy conocemos como I Guerra Mundial, en la que España permaneció neutral. Mientras Europa ardía por los cuatro costados se disparaba la demanda de materias primas y productos agrícolas. En un año se multiplicó por 4 ó 5 el precio de la remolacha. “Guerra tengamos, pero no la conozcamos”, es un dicho que pervive desde entonces.
Y algo muy importante, cuando un propietario no trabajaba la huerta, la daba a trabajar “a medias”. Esto es, la cosecha se repartía a partes iguales entre el propietario que ponía la tierra, incluidos los gastos de la alfarda; y el labrador que ponía el trabajo; ¡Cuidado, no solamente su trabajo, sino todo lo necesario para el trabajo de la tierra! como caballerías, aperos y herramientas. Los labradores medieros solían ser pequeños propietarios que trabajando tierras “de otre17”complementaban su actividad. Pudiendo disponer de caballerías y aperos, se entiende que un labrador, por pequeño que fuese, tuviera un grado más que el jornalero, que sólo tenía su fuerza de trabajo. Los gastos de semillas y abonos eran a partes iguales entre el propietario y el labrador mediero. Lógicamente los propietarios querían que trabajasen sus tierras buenos labradores, con buenas caballerías, y con hijos; se esmerarían más para sacar adelante a su prole, y los hijos pronto serían manos útiles en el trabajo.


      AGRICULTURA DE SECANO.
      LOS MASES DEL MONTE
   
      La agricultura de secano era muy diferente. El potencial productivo de estas tierras de secano ha estado siempre limitado por el agua de lluvia, escasa y muy irregular, por lo que sólo estaban cultivadas las mejores tierras, especialmente pequeñas hondonadas en las que se conserva mejor la humedad y los fondos de las vales en los que con piedras, se habían construido ribazos para que en caso de lluvia fuerte retuvieran el agua y la tierra fértil. Donde el terreno lo permitía, mediante agüeras18 se conducía el agua de lluvia de laderas próximas hasta el terreno cultivado.
      Trigo, vid y olivo son los cultivos que definen una agricultura mediterránea y los que han podido cultivarse en estos secanos. Había plantaciones de olivos y viñas que adaptadas a las condiciones del terreno, resistían en los años malos y, con mucho trabajo, producían algo los años regulares y buenos, lo que suponía cosechas irregulares pero de gran valor en una agricultura de subsistencia.
      Por supuesto que en el secano también había labradores que trabajaban tierras que no eran suyas. En las plantaciones de olivo y en las viñas también era la norma que se trabajaran “a medias”, pero el mediero ya se encontraba con la plantación hecha. Para hacer una plantación de olivos o una viña hacía falta, además de la propiedad del terreno, una inversión en las plantas, y años de trabajo antes de que la plantación diese fruto. Una plantación implicaba invertir a largo plazo, en muchos casos para la siguiente generación, y era asunto de los propietarios hacerla directamente o de pagar  los jornales y trabajos necesarios hasta que la plantación entrase en producción.
      Cuando en el secano se cultivaba trigo u otro cereal, la parte que correspondía al dueño era el “terraje”, esto es de cinco partes una era para el dueño y cuatro para el labrador que la trabajaba, siendo los gastos de semillas y abonos en la misma proporción. ¿Quiere esto decir que los propietarios de terrenos dedicados al cultivo de cereal en secano eran más generosos que los de regadío o los dueños de plantaciones? La respuesta está muy clara: NO, no eran más generosos. Simplemente ocurría que para cultivar cereal en el secano las condiciones eran demasiado penosas y los resultados muy inciertos, tan inciertos que en algunos años malos ni se recuperaba la simiente. Ningún labrador hubiera trabajado a medias en esas condiciones, y se estableció una proporción mucho más favorable al labrador que le permitiese, más que ganar mucho, sembrar al año siguiente, y al siguiente, y mantener la esperanza en un año bueno, ¡pero bueno! que permitiese al labrador no hacerse rico, pero si  poder “sacar los pies de las alforjas”.
      En la segunda y tercera década del siglo XX hubo una tendencia a que los propietarios arrendasen la tierra a los trabajadores a cambio de una renta pactada, pero la posguerra supuso una vuelta a las antiguas costumbres.
      Desde comienzos del siglo XX se dieron una serie de factores que permitieron la expansión de la agricultura cerealista de secano. Aumentó la población con lo que se dispuso de mayor fuerza de trabajo y hacían falta más recursos para alimentarla. Se extendió el uso del carro en la agricultura, lo que hizo posible transportar cargas considerables a distancias hasta entonces inimaginables. Aparecieron innovaciones tecnológicas como el arado de vertedera y los abonos minerales que hicieron que, con la misma lluvia el secano fuera más productivo. Y se había constituido la Sociedad de Montes con grandes cantidades de tierras que habían sido afectadas por la Desamortización de Mendizábal. Todos los socios tenían iguales derechos al aprovechamiento de los recursos que había y que se generaban en la Sociedad de Montes. Diferencio los recursos que se generaban: los pastos, el agua que se recogía en balsas y balsetes o la leña que se renovaban más o menos regularmente y, efectivamente, todos podían aprovechar esos recursos. La Sociedad de Montes tenía otro recurso que no se regeneraba, tierras de monte que si roturaban se convertían en terreno de cultivo, las “sardas”. Los Estatutos de la Sociedad también reconocían igual derecho a todos los socios, pero muy pronto se empezó a roturar sin especiales miramientos a lo previsto en los estatutos.
      Este secano es muy poco productivo para mantener población durante todo el año, pero hay tierras cultivadas muy lejanas, a las que llegar con caballerías suponía buena parte de la jornada de trabajo. Ante la imposibilidad de trabajar esas tierras yendo todas las noches al pueblo, las personas y las caballerías que trabajaban en los parajes lejanos del pueblo necesitaban, próximos a los campos que trabajaban, lugares en los que protegerse de la intemperie y hacerse la comida. Hoy podemos ver las ruinas de aquellas construcciones, los Mases19, casetas y cuevas del monte.
      Un Mas es una construcción más sencilla que una Torre, que como se ha dicho, solían estar habitadas todo el año. Un Mas tipo tiene una zona con un hogar y bancos para las personas, una zona más amplia con pesebre que hacía de cuadra para las caballerías, y un falso techo que hacía las veces de pajar y de lugar de descanso. Los Mases se construían siempre al lado de una superficie llana que hacía de era en la que trillar la mies, y si el terreno lo permitía, un balsete en el que recoger el agua de lluvia. Pero proveerse de agua para las personas y animales ha sido tan importante para nuestros antepasados que merece ser tratado aparte20.
      Había otras construcciones menos evolucionadas como las casetas que no tenían hogar ni pesebre. Por no tener no tenían ni puerta (lo que quiere decir que todo el mundo podía utilizarlas), simplemente eran un retiro de la intemperie para personas y animales. Y las que llamamos cuevas, que deberíamos llamar balmas, se hicieron tapiando un saliente de roca, que permitiera  construir dentro un hogar y un pesebre.

Cueva-Balma de los Forcallos, en Samper de Calanda. Archivo fotográfico del CEBM

      Los Mases se utilizaban fundamentalmente en época de cosecha del cereal, en la que como se verá, se desplazaba la familia del labrador. Durante el tiempo que se vivía en el Mas, los viajes al pueblo eran frecuentes, a traer grano y llevar recado: patatas, judías, pan, aceite y lo necesario para vivir en el monte. Los Mases también se utilizaban en primavera para labrar los campos. Entonces iba solamente el labrador con las caballerías; y en invierno,  para  coger las olivas, pero entonces el ritmo era más relajado que con la cosecha de cereal. Era normal que los propietarios de un Mas dejaran la llave a otros labradores para que se sirvieran del mismo. En un contexto en el que tantas cosas dependían directamente de la naturaleza, había unas hábitos de colaboración muy claros.
      Los Mases también fueron muy utilizados cuando un peligro inminente amenaza a un colectivo: la dispersión. Cuando el pueblo podía ser objetivo de bombardeos, cuando el frente se movía, y el otro bando podía entrar a cuchillo en el pueblo… Entonces la gente se dispersó por las cuevas y Mases del monte, pero eso fue “cuando la guerra”; y la guerra ha sido un episodio muy importante en la vida de nuestros mayores, sin duda merecería ser tratado aparte.
      Los Mases del monte, sin ser exclusivos del término de Samper de Calanda, si son algo que lo caracteriza. Si observamos detenidamente el hábitat tradicional de una comarca, podemos ver que entre pueblos vecinos hay más diferencias que en las calles y las casas de dos barriadas modernas de ciudades muy distantes. Así, pueblos como Jatiel y Castelnou tienen una agricultura muy parecida a la de Samper, pero al ser sus términos municipales más pequeños, no han sido tan necesarios los Mases. Híjar también tiene una agricultura muy parecida y parajes lejanos, pero una estructura de la propiedad diferente, por lo que hay menos Mases y de mayor entidad.
      Casetas, cuevas que deberíamos llamar balmas y Mases del monte son un patrimonio que dejó de tener valor económico con la llegada de los tractores, pero es nuestro patrimonio cultural y etnológico, y es nuestra obligación valorarlo y cuidarlo.
   
      Hasta aquí hemos visto condicionantes naturales y sociales de la agricultura tanto de secano como de regadío, y como el resultado de guerras lejanas como la de Cuba,  condicionaban la agricultura de la comarca. Hubo otra guerra que también condicionó la evolución de la agricultura. De entrada retrasó la llegada de la mecanización: la Guerra Civil de 1936-39. Así, en 1937 llegaron a Samper de Calanda veintiún tanques traídos desde la U.R.R.S.21 para atender las necesidades de la guerra,  tanques que eran muchísimo más caros y complejos que los tractores que se pudieron ver veinticinco años más tarde. La guerra retrasó décadas la llegada de la mecanización a la agricultura y provocó una regresión en las costumbres.

Agüera del Balsete, en Samper de Calanda. Archivo fotográfico del CEBM


      En las primeras décadas del siglo XX hubo un gran impulso a la agricultura tanto en el secano como en el regadío. El nivel de vida subió considerablemente. Me cuentan que “antes de la guerra”,22 cada vez más propietarios preferían alquilar sus tierras a los labradores y obtener una renta fija de sus campos, sin tener que estar pendientes de las medias o los terrajes de las cosechas. Pero llegó la guerra y el resultado de la misma hizo que se volviera a las “sagradas tradiciones”.23 El hambre y la miseria de la posguerra  también hizo que los productos agrícolas valiesen muchísimo, sobre todo de estraperlo (mercado negro), y los propietarios preferían que sus campos fuesen trabajados a medias o al terraje.
      Cuando llegó la mecanización los labradores preferían pagar los terrajes (20%) del cereal de secano a las medias (50%) de las producciones de la huerta, lo que favoreció que la huerta, con sus problemáticas de riego y necesaria adaptación a las nuevas técnicas de trabajo, se dejara de un lado. Con la mejora de las condiciones de vida, los labradores tampoco estaban dispuestos a pagar la mitad de la producción de viñas y olivos de secano. Además la mecanización se aplicó con espectacular  éxito en la recolección de cereales, pero no se pudo mecanizar simultáneamente la recolección de la vid y el olivo, cultivos que fueron arrancados  u olvidados.
      Pero estamos adelantando acontecimientos, veamos como era la recolección antes de la mecanización.

Mas de Figote, en Samper de Calanda. Archivo fotográfico del CEBM


>> CAPÍTULO III

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CITAS:
14 Aguas que por la imperfección de los sistemas de riegos se escapa de los paraderos,  que sobra o se filtra de las parcelas, aguas que lógicamente realimentan otras acequias aguas abajo o al propio río.

15 ROMÁN SIERRA BARRERAS. La Azucarera del Bajo Aragón... Rujiar V. Miscelánea del Centro de Estudios del Bajo Martín. Año 2004.
16 Así llamaban por aquí al arado romano.
17 De otro. Según se ha dicho por esta tierra.
18 Pequeños surcos hechos en laderas para conducir el agua de lluvia a un balsete o un terreno cultivado
19 Casa de campo en secano. Aparece en el Diccionario de voces aragonesas de JERÓNIMO BORAO que editó  EL DÍA DE ARAGÓN.
20 El capítulo referente al  El Agua fue publicado en Rujiar VI. Miscelánea del Centro de Estudios del Bajo Martín. Año 2005.

21 Así me lo dijo JUAN VICENTE ZAPATER PLANAS “EL TÍO JUANICO”. Los desembarcaron en la estación de Samper por estar menos amenazada de bombardeos que la de La Puebla de Híjar.
22 Expresión rotunda que utilizan, para señalar algo en el tiempo, los que vivieron la guerra
23  La expresión la tomo de “EL MAÑANA EFÍMERO” de  Antonio Machado, que empieza con “La España de charanga y pandereta” y termina con  “España de la rabia y de la idea”.

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